Desde el punto de vista jurídico y social, el cooperativismo ha demostrado ser una forma de organización profundamente humana, solidaria y eficiente. Como abogado, considero importante que el público en general conozca sus orígenes, fundamentos y evolución a nivel mundial. Este artículo tiene como objetivo ofrecer una introducción clara y accesible al cooperativismo, destacando su desarrollo histórico, sus principios fundamentales y su impacto en distintas regiones del mundo.
La cooperación como necesidad humana
Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha necesitado relacionarse con otros para sobrevivir y desarrollarse. En las comunidades primitivas, las personas cooperaban entre sí en tareas esenciales como la caza, la pesca y la recolección. Esta cooperación no era una elección, sino una necesidad impuesta por las condiciones de vida.
Diversos estudios históricos han documentado que, incluso en civilizaciones antiguas, existieron formas rudimentarias de cooperación organizada. Por ejemplo, los babilonios se agrupaban para explotar la tierra en común; en Grecia y Roma surgieron asociaciones de ayuda mutua, como las sociedades funerarias o los primeros seguros rudimentarios. Sin embargo, estos ejemplos, aunque valiosos, no constituían un verdadero movimiento cooperativo con un marco jurídico y una doctrina común, como el que conocemos hoy.
La revolución industrial: el nacimiento del movimiento cooperativo moderno
El verdadero punto de inflexión en la historia del cooperativismo ocurrió durante la Revolución Industrial, en los siglos XVIII y XIX. En esa época, especialmente en Inglaterra, las condiciones de trabajo eran extremadamente precarias. Muchos obreros ni siquiera recibían su salario en dinero: eran remunerados en especie, con productos de baja calidad, pesados de forma incorrecta y a precios excesivos. Cuando sí cobraban en efectivo, este era tan escaso que los obligaba a recurrir a comerciantes locales que les ofrecían crédito con recargos abusivos.
Frente a esta situación, surgió una idea revolucionaria para la época: los trabajadores podrían unirse, juntar sus recursos y convertirse en sus propios proveedores. Así nació la cooperación para el consumo, base de las actuales cooperativas de consumo. También surgieron iniciativas similares en el campo de la producción y el trabajo, que hoy conocemos como cooperativas de trabajo asociado.
La experiencia fundacional de Rochdale
Existen antecedentes cooperativos anteriores, como la comunidad de consumo creada en 1769 en torno a la Sociedad de las Hilanderas de Fenwick (Escocia), o la experiencia de Robert Owen en 1808 en New Lanark. Sin embargo, la experiencia que se considera fundacional del cooperativismo moderno tuvo lugar en 1844, en la ciudad inglesa de Rochdale.
En esa localidad, un grupo de 28 trabajadores textiles decidió organizarse y fundar una sociedad cooperativa de consumo. Cada uno aportó una libra esterlina, y con ese pequeño capital crearon la "Sociedad de los Probos Pioneros de Rochdale", cuyo propósito era proveer a sus miembros de artículos de primera necesidad a precios justos.
Lo más importante de esta experiencia fue la adopción de un conjunto de principios rectores que sentaron las bases del cooperativismo moderno. Estos principios, conocidos como los “Siete Principios de Rochdale”, son los siguientes:
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Libre ingreso y libre retiro
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Control democrático
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Neutralidad política, racial y religiosa
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Ventas al contado
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Devolución de excedentes
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Interés limitado sobre el capital
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Educación continua
Estos principios no solo organizaron el funcionamiento interno de la cooperativa, sino que también establecieron un modelo replicable que inspiró a miles de otras iniciativas en todo el mundo.
Características distintivas del modelo Rochdale
Los pioneros de Rochdale llegaron a una conclusión clave: el lucro como fin principal pervierte las relaciones económicas y somete a los consumidores a los intereses de intermediarios cuyo único propósito es obtener ganancia. La cooperativa, en cambio, debía servir como herramienta para proteger a los trabajadores mediante la solidaridad y la ayuda mutua.
Su tienda cooperativa fue un éxito. Vendía productos justos en peso y medida, promovía la igualdad de género entre sus miembros, y cada socio tenía un voto, independientemente de su aporte de capital. Además, los excedentes se repartían en proporción al volumen de compras realizadas por cada asociado, lo que incentivaba la participación y el compromiso con la organización.
Difusión del cooperativismo en Europa
A partir del ejemplo de Rochdale, el cooperativismo se extendió rápidamente por Europa. En Francia, Charles Fourier promovió ideas similares sobre cooperación productiva. También allí prosperaron las cooperativas de producción y trabajo, con modelos comunitarios como el "familisterio". En Alemania, Friedrich Wilhelm Raiffeisen impulsó las cooperativas de ahorro y crédito en áreas rurales, mientras que Hermann Schulze-Delitzsch hizo lo mismo en contextos urbanos, fundando los primeros bancos populares para pequeños industriales y artesanos.
En los países escandinavos, además de las cooperativas de consumo y trabajo, se desarrollaron experiencias pioneras en cooperativismo de vivienda y seguros, marcando el inicio de una diversificación del movimiento.
El cooperativismo en el siglo XX y la fundación de la Alianza Cooperativa Internacional
Con el paso del tiempo, el cooperativismo dejó de ser un fenómeno marginal y se convirtió en un modelo institucional reconocido internacionalmente. En 1895, se fundó en Londres la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), una federación global de cooperativas cuyo propósito es representar y coordinar a este tipo de organizaciones en todo el mundo.
Actualmente, la ACI representa a más de mil millones de personas en más de 90 países de los cinco continentes. Desde 1982 tiene su sede en Ginebra, habiendo estado previamente en Londres. Esta entidad es el referente global del cooperativismo, y su trabajo ha sido fundamental para unificar criterios, fortalecer principios y promover el crecimiento del movimiento en distintas regiones del mundo.
El rol del cooperativismo en países desarrollados y en desarrollo
Como bien señala el autor Verrucoli, el fenómeno cooperativo, si bien presenta características comunes, adquiere distintos matices según el contexto. En países en desarrollo o con sistemas económicos frágiles, las cooperativas suelen surgir como una respuesta a desequilibrios estructurales. Tal es el caso de Argentina, donde muchas cooperativas de trabajo se constituyen como alternativa frente a la crisis de empresas quebradas, amparadas en la Ley de Concursos y Quiebras (Ley 24.522).
En cambio, en países desarrollados, el cooperativismo se inserta como un componente más del sistema económico, sin pretender sustituirlo, sino complementarlo con una función integradora. En estos contextos, las cooperativas tienen un alto grado de competitividad y operan en sectores tan diversos como la agricultura, la banca, la salud, los seguros y la vivienda.
Un modelo adaptado a los tiempos actuales
Como lo destaca Divar, el cooperativismo actual es un modelo "remodelado". Ya no se presenta como un movimiento de confrontación ideológica contra el sistema capitalista, sino como una herramienta flexible y útil para desarrollar emprendimientos sostenibles. Esto ha supuesto una adaptación –en algunos casos, parcial– de ciertos principios tradicionales, en aras de una mayor eficiencia y viabilidad económica.
Hoy, las cooperativas pueden competir en igualdad de condiciones con empresas tradicionales, sin perder de vista su esencia democrática, participativa y solidaria. Este equilibrio entre valores sociales y eficiencia económica es, sin duda, una de sus principales fortalezas.
Conclusión
El cooperativismo, desde su origen en las formas más básicas de ayuda mutua hasta su consolidación como movimiento global, ha sido una herramienta poderosa para empoderar a las personas, promover la equidad y generar desarrollo económico sostenible. Como abogado, considero que su comprensión no solo es fundamental para los profesionales del derecho, sino también para cualquier ciudadano que busque alternativas organizativas basadas en la solidaridad, la participación democrática y el beneficio común.
En un mundo donde los modelos tradicionales de empresa enfrentan cada vez mayores cuestionamientos, las cooperativas ofrecen una respuesta tangible y probada, capaz de conjugar economía con valores humanos. Comprender sus principios y su historia es el primer paso para valorar su potencial en nuestras comunidades y en nuestras vidas.
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